Salud y Economía en los tiempos del coronavirus. Una falsa opción.
La historia muestra que situaciones extremas de epidemias, guerras, luchas armadas internas, cataclismos, etc, generan daño económico de por sí. La economía no puede funcionar correctamente en un país donde hay miles de enfermos y muertos en la calles. En principio estas situaciones generan un aislamiento de la población y una baja sostenida en el consumo, con lo cual se produce un efecto recesivo muy importante. Demás está decir que una política de ajuste, rebaja salarial o despidos solo será echar leña al fuego del parate económico. Y lo más probable es que también estas medidas favorezcan la expansión de la enfermedad al sacar recursos al estado. El caso ecuatoriano que bordea la tragedia social, es un ejemplo de la miopía de la mirada economicista. Las primeras medidas fueron de ajustar el gasto público y sostener la actividad productiva. La pandemia en Ecuador llego a altos niveles de muertos en las calles y un estado que no puede atender a los enfermos y ni siquiera ocuparse de los cadáveres.
El caso argentino muestra, creemos el camino correcto, en cuanto a tener una política acorde desde lo sanitario y lo económico. En principio, y hasta el momento, las medidas de aislamiento social tomadas tempranamente, parecieran exitosas, viendo la evolución muy aplanada de contagios y muertes, muy por debajo de casi todos los países de la región. También al mismo tiempo el gobierno argentino lanzó una política de ayuda directa a los sectores medios y populares, sobre todo aquellos que están en la economía informal. Además de acercar alimentos hacia los más vulnerables, generó inyecciones dinero directa a esos sectores y los trabajadores autónomos y trabajadores en “negro”.
Por el otro está intentando ayudar al sector industrial pymes, vía créditos a tasas bajas para capital de trabajo y/ pago de haberes. Estos todavía con problemas de ejecución por la negativa de la banca privada a llevar adelante estas medidas.
También se ha encarado una política de control de precios y de abastecimiento. En épocas de crisis profundas, como guerras o enfermedades, proliferan las acciones de agio y especulación sobre las necesidades básicas de la población.
En necesario un estado fuerte, empoderado, que marque objetivos y prioridades. Pensar que el mercado pueda marcar el camino, es un suicidio colectivo, como lo demuestran los países del primer mundo y su fracaso al enfrentar la emergencia.
Hay que tener claro que una epidemia de estas característica, va a afectar no solo la economía, sino también a las instituciones y la relaciones políticas y sociales. El daño va a ser importante. Pero lo que hay que lograr, y en este caso el gobierno argentino está bien encaminado, es sostener la actividad económica, sostener el empleo, sostener a las pymes, que son la mayor dadoras de trabajo, o sea minimizar el daño económico, para que cuando la tormenta amaine, poder despegar rápidamente con una política expansiva de crecimiento.
Pero todo esto supeditado a la evolución de la enfermedad y protegiendo la salud y la vida de los argentinos.
El escenario actual es muy difícil, incierto y complejo de manejar. No hay recetas mágicas. Es probable que haya errores y que todavía debamos enfrentar lo peor de la tormenta.
Por eso lo razonable como seres humanos en sociedad, es poner el objetivo de cuidar la vida como bien supremo, la atención de los más débiles, garantizar a todos los bienes indispensables y minimizar los daños. Como dijo alguien “no hay actividad económica en los cementerios”.
Antonio Muñiz
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