La decadencia del imperio americano
La agudización de los ataques de Washington contra lo que el Consejero de Seguridad Nacional John Bolton denominó el nuevo “eje del mal” en la región (Cuba, Venezuela y Nicaragua) y la actual ofensiva golpista contra el gobierno boliviano y la situación de resistencia de su pueblo hace necesario generar los debates ante estas situaciones donde el principio de autodeterminación de los pueblos está siendo avasallado brutalmente.
En indudable que la nueva ofensiva de EEUU sobre la región tiene ya varios años, en ese marco deben entenderse los golpes “blandos” contra Manuel Zelaya en Honduras (2009). Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Rousseff (2016) y la posterior persecución de Lula y su proscripción que permitió el triunfo de un militar caricaturesco, pero por ende peligroso, afín a las políticas imperiales de Washington.
También en ese marco deben entenderse los procesos de Ecuador, donde hubo una persecución hacia los dirigentes leales al ex presidente Correa, estando detenido, en un proceso grotesco, el actual vicepresidente por el delito de “sedición”. Todo orquestado por el actual presidente Lenin Moreno, en contubernio con la embajada yanky y los poderes facticos, judicial, medios y económicos de ese país.
Haití agredida y saqueada hasta el límite y su pueblo en las calles luchando por sobrevivir, lleva más de 50 muertos bajo las balas de un ejército armado por EEUU.
El pueblo chileno en lucha también contra el modelo neoliberal y el gobierno de derecha de Piñera, brutalmente reprimido, con prácticas de represión aberrantes, toleradas y hasta avaladas por EEUU y sus países aliados.
El rotundo fracaso de las políticas agresivas contra Venezuela, para derrocar a Maduro, pero sobre todo apropiarse del rico subsuelo venezolano y así domesticar al resto de la América del Sur, llevó a la ofensiva brutal contra el gobierno boliviano y su pueblo.
Es necesario comprender distintas dimensiones de la actual ofensiva imperial estadounidense y de los enormes desafíos y riesgos que suponen para Nuestra América. La agresión imperial pone nuevamente en riesgo la región, convirtiéndola en una zona de guerra.
Reivindicar los principios de “no intervención” y “autodeterminación de los pueblos”, ante la desembozada agresión contra nuestros países, es una tarea urgente para todas las fuerzas democráticas, populares y antiimperialistas de todo el mundo y, en particular, de Nuestra América.
Avances y retrocesos
El sistema mundial se encuentra en plena crisis histórica. Las profundas transformaciones de la economía mundial: globalización productiva, revolución científico-técnica, primacía de la lógica de acumulación financiera, concentración de del capital, monopolización, etc, que se iniciaron a principio de los ochenta han llevado a EEUU y sus aliados a la cúspide de su poder imperial, sobre todo luego de la caída del muro de Berlín y del comunismo.
Sin embargo también este proceso beneficio a otro gran jugador, China, que hoy le disputa la hegemonía económica y militar. Junto a China, volvió al ruedo, como potencia, Rusia, más la India y nuevos jugadores nucleados en los Brics. También el proceso de globalización está en crisis y muestra fisuras importantes, sobre todo luego del crac financiero de 2008 en EEUU que hizo temblar todo el andamiaje de los países centrales.
Aun dentro de los países centrales y más aún en Latinoamérica, los pueblos se están expresado su hartazgo frente a un modelo que no da respuesta a las necesidades de su población, revuelta populares se están dando en la misma Europa, pero también en Medio Oriente, África, Asia, por razones de subsistencia, el precio de los alimentos, de los combustibles, o mayor libertad y mejores condiciones de vida.
Así el orden impuesto al mundo por EEUU y el capitalismo occidental está en crisis, y es más, ha llevado al mundo a situaciones límites.
Hoy enfrentamos crisis profundas en diversas áreas y regiones: climática ambiental, económica productiva, financiera, conflictos bélicos, etc.
“América Primero”
Con el triunfo de Donald Trump se produce un cambio de las correlaciones de fuerzas en Estados Unidos y por ende de sus políticas. Con Trump vuelven las viejas políticas nacionalistas, industrialistas, de cerrarse sobre sí mismo, por supuesto, con contradicciones internas, en detrimento de los sectores globalizadores.
Detrás del eslogan “Estados Unidos primero”, se encuentran los diversos actores internos perdidosos con la globalización, los industriales que producen para el mercado interno, los sectores obreros “blancos” en general que vieron perder calidad de vida en los últimos treinta años, aquellos que ve como un peligro la subordinación de EEUU a organismo internacionales, acuerdos multilaterales, y el surgimiento de nuevo liderazgos en el mundo que ponen en cuestión el lugar de EEUU.
Si bien EEUU tiene un sector industrial basado en la investigación, el desarrollo y la innovación productiva, líder en el mundo, también hay sectores que han quedado retrasados, estos sectores están pidiendo la adopción de políticas “proteccionistas” y nacionalistas como las que expresa el trumpismo. También importantes sectores militares ven como una amenaza para la seguridad nacional la desindustrialización de los Estados Unidos y vienen presionando para una política contraria al globalismo.
La política del gran garrote
A grande rasgos podemos decir que en Estados Unidos están en lucha dos grandes estrategias imperiales.
Por un lado, las fuerzas globalizadoras internacionalista, practicado por la gestión Obama y sostenido por la mayor parte de las transnacionales, las redes financieras globales y el establishment liberal, todo apoyado en las instituciones globales, FMI, Banco Mundial, OMC, etc, mega acuerdos comerciales, expansión y centralización militar.
La estrategia de estos grupos es construir un poder supranacional, que garantice la hegemonía y la capacidad de acumulación capitalista, en beneficio del centro hegemónico y pueda imponerse y subordinar a los periféricos.
En cambio Trump, busca “recuperar” la hegemonía estadounidense en el sistema mundial como Estado-nación y fortalecer el polo angloamericanoeuropeo con vértice en Washington para, desde ahí, librar las luchas contra las potencias emergentes, en especial China.
Dentro de esta estrategia global y en cerrarse sobre sí mismo, su viejo “patio trasero”, Latinoamérica, cobra de nuevo valor.
En ese sentido vuelven las políticas de seguridad hemisféricas, enmarcadas en la doctrina Monroe y exacerbando el intervencionismo en la región frente a cualquier alternativa que desafíe los intereses de Washington.
La políticas de Trump con respecto a América Latina debe ser vistas en la lógica imperial en la doctrina del Destino Manifiesto, la política del gran garrote, que llevaron a anexar al mitad de los territorios mejicanos en la guerra de 1846, apropiarse de los restos del imperio español en la guerra de 1898, de la Doctrina Monroe (1904), las intervenciones y ocupaciones militares en el Caribe, Centroamérica y Colombia/Panamá, Granada y los golpes sangrientos durante los 60y 70, todos prohijados por intereses norteamericanos.
Queda claro que EEUU se cierra sobre sí mismo y por ende sobre América Latina, para frenar su decadencia global.
Su política de relanzar su hegemonía imperial, basada en la apropiación y saqueo de los recursos, minerales estratégicos, petróleo, gas, biodiversidad, fuerza de trabajo y mercados, etc, está chocando con las experiencia políticas de los países de la región.
La ascensión de Gobiernos populares durante los primeros quince años del siglo XXI, han sido experiencias exitosas que permitieron un crecimiento económico y desarrollo importante, con la inclusión de amplios sectores populares al mercado laboral y de consumo.
Estas experiencias populares exitosas, a pesar de la fuerte oposición interna y externa que sufrieron, muestran un camino distinto al que quiere imponer nuevamente el imperialismo.
América Latina sigue siendo un territorio de lucha contra los imperios colonizadores, como los fue en los últimos 500 años.
Y para terminar esta breve reseña sobre la realidad política vuelve vigente como siempre las palabras de Juan Domingo Perón en “La Hora de los pueblos”, que nos marca un camino de resistencia, la construcción de una gran movimiento de unidad nacional, liberación política y social. Anteponer los antagonismos políticos o de clase en la lucha contra el imperialismo, esto es inseparable del pensamiento de Perón:
“De cuanto venimos hablando se infiere que el problema argentino es un poco el problema del mundo,….., y que consiste en la liberación en lo internacional y en las reformas estructurales en lo interno. Sin esas reformas indispensables no habrá paz interior estable y duradera como impone una convivencia creadora, y sin liberación no habrá ni justicia social, ni independencia económica, ni soberanía nacional, factores indispensables de la grandeza nacional, y no saldremos nunca de nuestra triste condición de «subdesarrollados», en tanto seamos tributarios de la explotación imperialista”.
Antonio Muñiz
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