Crisis hipotecaria
Por Marcelo A. Seleme Murad *
En el año 2008 los mercados de Estados Unidos entraron en un caos sólo comparable con el que había sacudido a Wall Street en 1929. La razón ahora es lo que se conoció como “Crisis de las Hipotecas Sub Prime”. En dos palabras: los Bancos inundaron la plaza con préstamos hipotecarios de mala calidad. Posteriormente, descontaron esas hipotecas en fondos de inversión, de los cuales a la vez participaban esos y otros Bancos, que cotizaban en bolsa. Todas las entidades, a su vez, más empresas de todo tipo y el público en general, poseían acciones de esos fondos. La mala calidad de las hipotecas hizo que muchas de ellas fueran impagables; lo que arrastró la mora a niveles en que fue necesario ejecutar una gran cantidad de ellas generando una sobreoferta de inmuebles, lo que generó la caída de los precios de los inmuebles, y con ello, la caída de valor de las hipotecas que aún no se habían ejecutado y estaban en poder de fondos y bancos.
El pánico fue tal que la cotización accionaria de esos fondos, empresas y entidades que poseían tales “activos tóxicos” como se les dio por llamarlos, cayó a niveles históricamente desconocidos, y arrastró en esa debacle a grandes Bancos que vieron perder así su patrimonio; o sea, el patrimonio de sus ahorristas. Posteriormente, el Gobierno de Estados Unidos tuvo que efectuar una intervención en el mercado como nunca antes en la historia después de Roosevelt (con su “New Deal”) hasta nuestros días, rescatando compañías de todo tipo que se habían “intoxicado” de alguna manera, perdiendo sus patrimonios.
Bancos, Financieras, Automotrices, Empresas Constructoras, Fondos de Inversión, Aseguradoras, y una larga lista de grandes compañías debieron acudir al “salvataje” del Estado, el cual para poder asistir semejante quiebra en cadena tuvo que emitir cantidades inauditas de moneda y aumentar la inflación de los Estados Unidos a sus máximos históricos, con un daño que no es, aún hoy, fácilmente mensurable para la economía norteamericana y mundial.
La experiencia debe servir para advertir que en Argentina no suceda lo mismo con los créditos UVA. La nueva Ley de Mercados de Capitales se anuncia como una gran herramienta para fondear bancos en los mercados. Así, los Bancos crean o participan en fondos donde descuentan (venden) esas hipotecas, obteniendo nuevos fondos que van a más hipotecas. He adelantado en varios medios que la idea de actualizar los créditos hipotecarios por inflación más un porcentaje, es una mala idea en la Argentina, donde la indexación causó estragos durante décadas, hasta su prohibición por el gobierno de Carlos Menem con la Ley de Convertibilidad. Eduardo Duhalde, por otro lado, tuvo la extraña idea de derogar parcialmente la Ley de Convertibilidad manteniendo la prohibición de indexación de los créditos, pero en un contexto inflacionario, generando distorsiones graves. Ahora, la Ley de los créditos UVIS (o UVAS) expresamente prohíbe considerar al mecanismo de indexación de los créditos UVA como mecanismo indexatorio, reconociendo por tanto que lo es.
Con ello persigue el objetivo que los deudores que puedan ser ejecutados no aleguen ante la justicia la prohibición de indexar aún contenida en lo que queda de Ley de Convertibilidad, y acarrear así la declaración de ilegalidad del mecanismo. El CEO del Banco Nación, González Fraga, comunicó días pasados el aumento de la tasa para nuevos créditos UVA (o sea, la tasa que se cobra por sobre la inflación), suspendió líneas de crédito, y dijo públicamente su oposición a la política económica del Gobierno, lo cual debe tomarse con seriedad, como una advertencia de la crisis que se puede estar gestando. La idea de atar los créditos a la inflación en un país con la historia de la Argentina es mala, y supone volver al período de Martínez de Hoz, y luego al de Alfonsín, que desembocó en hiperinflación. Si bien lo que se pretende es preservar el capital prestable, debemos aprender de los malos ejemplos de la Circular 1050, de las Hiperinflaciones, de la “Pesificación asimétrica”, y muchas otras malas experiencias que llevaron al sistema financiero y a los deudores hipotecarios a situaciones de grave incertidumbre y angustia, con deudas que resultaban cada vez más impagables; y la obligación finalmente del Estado de intervenir en ésas operaciones para salvar a la gente de los remates, con directo detrimento en el valor del peso y el déficit fiscal.
Este mecanismo que la Ley de Mercados de Capitales de trasladar el riesgo financiero a los mercados, puede acabar aún peor. Los perjudicados no sólo podrían ser los pequeños ahorristas, sino que se transmite el problema al sistema; pues los fondos que invierten en ésas hipotecas tienen, además, múltiples inversiones y múltiples socios o participantes, entre ellos, las mismas entidades financieras. Digamos que sus “vasos comunicantes” son muchos y muy variados. Y el peligro de contagiar la crisis que puede avecinarse a todo el sistema, es mucho mayor. Hay que evitar que una mala decisión (como la de los créditos UVA) pueda convertirse en un problema sistémico que requiera una intervención masiva del BCRA, o algo peor.
Aprovechando la experiencia estadounidense, deberían ya mismo establecerse mecanismos de control de la calidad de los préstamos que se ceden a las carteras que se securitizarán, como así también, mecanismos preventivos para el caso en que gran cantidad de tomadores entren en mora. Asimismo, reconsiderar el mecanismo de actualización de los créditos debería ser prioritario, por lo menos hasta que el país consiga una tasa de inflación razonable, que no supere los dos dígitos. El costo será fiscal o será sistémico, o ambos.
Pero existirá un costo alto. Porque la actualización por inflación en un país que en dos años ha tenido una inflación del 50 por ciento es directamente un tiro en el pie; más aún cuando consideramos que la pauta con la que se han actualizado los salarios es del 15 por ciento anual. Trasladar el riesgo de los Bancos a todo el sistema no será ninguna solución. La reglamentación de la Ley dará al Presidente Mauricio Macri una oportunidad única de hacer las cosas bien desde el comienzo, y evitar este riesgo que hoy se cierne.
* Abogado. Especialista en asesoramiento de empresas y bancos. Especialista en derecho tributario. Postgrado en derecho mercantil.
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