Indignados made in Argentina
Por Pedro Antenucci (1) y Sebastián Halperín (2)
En un año electoral tan sui generis asistimos con preocupación a la desafección que expresa la ciudadanía con la política, y que se revela entre otras cosas a través de los bajísimos niveles de participación electoral. Este cuadro constituye uno de los tantos indicadores de nuestra democracia de baja intensidad, como nos enseñaba ese extraordinario maestro que fue el politólogo Guillermo O´Donnell, y que tuvo su cenit en la última elección legislativa celebrada el pasado 18 de mayo en la Ciudad de Buenos Aires, ratificando una tendencia que se venía insinuando en elecciones anteriores en distintas provincias del país y que posteriormente se verificó en Misiones con una proporción de ausentismo apenas algo menor.
Atendiendo al desafío por venir, a través de la encuesta sistemática realizada de manera bimestral por la consultora Equipo Mide en el ámbito nacional, nos propusimos indagar en las razones de no concurrir a votar entre quienes se manifiestan en esa dirección.
Sin dejar de atender a que se trata de un segmento subrepresentado en los distintos sondeos dado el elevado porcentaje de población que se inclina por expresar una opinión que pudiera ser considerada a priori como políticamente correcta, más aun teniendo en cuenta el carácter obligatorio del sistema electoral en nuestro país, asumimos que el abanico de respuestas obtenidas permite dar cuenta de un cuadro de situación bastante exhaustivo respecto a los argumentos que sustentan tal decisión.
Tal como se refleja en el gráfico anterior, uno de cada dos encuestados manifiesta una postura de rechazo al sistema político concebido de manera genérica. Ello implica desde una falta de credibilidad, atendiendo a la baja performance registrada a lo largo de los sucesivos gobiernos, y que se traduce en una mirada devaluada de la dirigencia para dar respuesta a la agenda pendiente, hasta el cuestionamiento a los niveles de corrupción rampantes que aquejan a nuestro país. Ello se evidencia mediante una actitud de fuerte enojo con la política: “me tienen podrido”, “ya estoy harto”.
Es de esperar en consecuencia el vacío de representación que dejan traslucir uno de cada cinco entrevistados (“no me siento representado”, “no me gusta ningún candidato”) y que redunda en una fuerte apatía respecto al escenario electoral: “no sé ni quiénes son los candidatos”.
Este escepticismo sobre la política como vehículo de transformación de la realidad, y que se refleja en menciones tales como “es una pérdida de tiempo”, “no sirve de nada ir a votar”, “me da igual”, “no me interesa” se combina con la presencia en este segmento de un sector que asume una posición crítica frente al gobierno nacional, y que no visualiza una alternativa de cambio considerada consistente: “no hay proyecto de país”, “a nadie le importa el pueblo”.
Solo un grupo minoritario se excusa en motivos personales y la no obligatoriedad de concurrir a votar por razones de edad o por encontrarse de viaje por ejemplo.
Se trata ni más ni menos que de una muestra más de una de las principales grietas que nos atraviesan: la de una dirigencia y una sociedad que no hacen sino distanciarse de manera creciente: Oíd mortales!.
1 Politólogo (Universidad de San Andrés). Máster en Investigación Cuantitativa Aplicada (New York University). Director Equipo Mide.
2 Sociólogo (UBA), Máster en Ciencia Política (Universidad de Barcelona). Analista de opinión pública.