El fracaso argentino. (Primera Parte)
“Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha que Juzgar el pasado, no es otra cosa, que ocuparse del presente” Juan Bautista Alberdi
Pareciera que en Argentina las políticas económicas han ido fracasado sistemáticamente. El país viene perdiendo hace décadas participación en el PBI mundial. Mucho se ha hablado sobre este hecho concreto. Aunque mucho de lo hablado no tiene sustento histórico ni económico. Por el contrario la historiografía oficial ensalza una etapa de glorias perdidas, una edad de oro que quedó en el pasado.
Por supuesto que esta visión, clasista y prejuiciosa, culpa de todos los males al peronismo y a sus intentos de construir una nación industrial, integrada socialmente.
Sin embargo esta visión edulcorada de la generación del ochenta y del modelo agro exportador dependiente que pretendió instalar, deja mucho de tener validez histórica. Gran parte de nuestro fracaso como país ha sido y es el papel parasitario de la oligarquía, que al apropiarse de las tierras fértiles de la región pampeana acaparó para si la renta extraordinaria que ellas producían.
La generación del ochenta.
En 1852 es derrocado Rosas y desde entonces hasta 1886 gobiernan sucesivamente: Urquiza, Derqui, Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca. Es el período difícil y polémico de la organización nacional. En este periodo terminan las guerras civiles, a sangre y fuego, por parte del ejercito nacional, que en una política de exterminio y genocidio arrasa con las poblaciones de las provincias del Norte, en especial La Rioja, la federalización de Buenos Aires, la campaña del desierto, la guerra con el Paraguay.
El país deja de ser un conjunto mal unido de provincias con vocación nacional y comienza a ser de verdad una Nación con un poder central fuerte.
La etapa se caracterizó por un fuerte crecimiento económico, basado en un flujo constante de inmigrantes proveniente de Europa, que se asentaron básicamente en la zona pampeana y el litoral, aumento significativo en toda la producción económica agro pecuaria, lanas, carnes y más tarde trigo, cuya producción iba destinada a proveer a los mercados europeos, en especial Inglaterra, embarcados en su segunda revolución industrial, el tercero fue una política de inversiones públicas y privadas para desarrollar infraestructura (trenes, puertos, caminos, frigoríficos, comunicaciones, etc.)
En esos años se va consolidando un modelo agroexportador, dada la fuerte demanda y buenos precios de esos productos en los mercados mundiales. Aumentan notoriamente las exportaciones, aunque también las importaciones. Ayudo a consolidar este modelo la política de bajos aranceles de importación, coherente con la posición librecambista de los sectores de mayor gravitación y opuesta a quienes pretendían el fomento de una industria nacional y la defensa de ciertas económicas regionales.
El crecimiento se concentró en la zona central del país, la pampa húmeda y el litoral, en detrimento de la mayor parte de las provincias del norte, que vieron la destrucción de sus economías locales en beneficio de la elite comercial porteña. En esos años y posteriores se van desarrollando en esas provincias producciones de monocultivos, como el azúcar en Tucumán, tabaco en Salta, yerba mate en el litoral, forestal en Chaco y provincias aledañas. Todas actividades basadas en la explotación de la mano de obra local, muchas veces en carácter de cuasi esclavitud. Los propietarios de estas empresas eran en general la elite local, asociada a la elite porteña o capital extranjeros, casi siempre inglés.
En el periodo 1860/1914 la elite pampeana alcanzó su momento de esplendor, convirtiéndose en la más opulenta de América del Sur. Entre 1880 y 1914, las ventas externas se multiplicaron unas diez veces, convirtiendo a la Argentina (que poseía menos del 10% de la población de la región), en la responsable de cerca de un tercio de las exportaciones de América Latina (Bulmer-Thomas 1994).
“Este crecimiento fue, en primer lugar, el resultado de la aceleración del proceso de integración del país a la expansiva economía inglesa. Nuevos sistemas de transporte (barco a vapor y ferrocarril) ampliaron los mercados para la producción exportable pampeana, mientras que el desarrollo del mercando internacional de capitales y el incremento del flujo migratorio aportaron los recursos de capital y la energía humana que permitieron el cambio tecnológico y el crecimiento del producto. La expansión de los mercados europeos para la lana, y luego la carne (ovina y vacuna) impulsó una profunda renovación de la ganadería, realizada a través de inversiones en la mejora de praderas y ganados. En estas últimas dos décadas del siglo, el veloz desarrollo de la red ferroviaria también hizo posible un dramático crecimiento de la producción granífera, que se prolongó hasta fines de la década de 1920 (Míguez 2006; 2008; Hora 2010)”
Como decíamos en el epígrafe la historia oficial nos habla de un modelo altamente exitoso, una Argentina agro exportadora subordinada a los intereses de la economía mundial y atribuyen el fracaso posterior al abandono de estas políticas.
Sin embargo, no se toma en cuenta que el vertiginoso crecimiento de esa etapa estaba asociado a diversos factores que marcaron la época, Inglaterra y en menor medida Europa embarcadas en su segunda revolución industrial, que requería materias primas para sus industrias, por ejemplo algodón y lana para su industria textil, alimentos para su clase trabajadora, carne y granos. Ese cambio tecnológico que motorizó la revolución industrial, también favoreció el comercio mundial, el barco a vapor o instalaciones frigoríficas, permitieron hacer rentable el comercio argentino europeo a pesar de la gran distancia que los separaban. También el tren, los caminos y los puertos, permitieron extender la extensión de la frontera agropecuaria, anexando a la producción vastas regiones conquistadas a los indios en décadas anteriores y en ese momento ya en manos de la elite porteña.
Mientras Argentina aplicó un modelo de absoluta apertura, endeudamiento, apropiación por unos pocos de las tierras públicas, un fuerte autoritarismo político, en algunas etapas fuertemente represivo sobre los sectores populares, en especial inmigrante. El informe elaborado por Biale- Mase sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora de esa época es lapidario sobre el nivel de pauperización y pobreza en que vivían esos sectores.
El informe de Bialet-Massé, mostró que, en medio de una Argentina opulenta, que se mostraba como “paraíso” en el mundo, la explotación de su pueblo era brutal.
En esos años, EEUU, partiendo de una situación similar, se inserta en el mundo desde una lógica distinta. El reparto de la tierra conquistada en su expansión hacia el oeste en pequeñas parcelas productivas, favoreciendo así el acceso a la tierra a los grandes contingentes inmigratorios. A la par que impusieron una feroz conquista de territorios, caso la guerra con Méjico que les permitió apropiarse de más el 50 % de territorio mejicano en 1848 y tener una política de tierras para los colonos, impusieron una política proteccionista a su producción nacional, más la destrucción, mediante una feroz guerra civil, de la clase terrateniente del Sur y su modelo agro exportador esclavista, les permitió iniciar un proceso de industrialización altamente exitoso. ¨Para 1914, con el inicio de la primera guerra mundial EEUU, era ya una potencia industrial mundial.
Sin quitarles méritos a algunos dirigentes liberales del siglo XIX, como fue la pasión de crear una Nación, el fomento a la educación, la modernización y a la inmigración, los intereses de clase y su miopía política generaron un desarrollo dependiente llamado a agotarse cuando cambiaran las condiciones de la economía mundial. Mientras EEUU se potenciaba a partir del desarrollo industrial, Argentina construía un modelo, con pies de barro, solo para beneficio de una elite.
La tan elogiada, por historiadores y economistas liberales, generación del 80, llevó, por ejemplo, al país a la crisis de 1890, con un gigantesco default que arrastró a la banca inglesa, que había concentrado en nuestro país – o casualidad – una porción demasiado grande de su capacidad de crédito.
Fue una crisis provocada por la desenfrenada corrupción del régimen, abultado déficit fiscal, un alto endeudamiento con la banca externa y una descontrolada especulación bursátil, que no sólo llevo al país a la bancarrota, al pueblo a la miseria y a la quiebra del Banco Nacional, sino que también provocó la caída del gobierno de Juárez Celman. La crisis originó la Revolución del Parque, donde nace el radicalismo encabezado por Leandro Alem.
Se sucedieron varias crisis de menor envergadura, 1893y 1905, acompañadas estas crisis por levantamientos armados de la Unión cívica Radical contra el régimen.
Esta inestabilidad política, sumada a fuertes resistencias activas y protestas por parte de los sectores obreros, nucleados en los gremios anarquistas o socialistas. La elite gobernante solo atina a aumentar la represión policial. Se vivía bajo un estado de sitio permanente. En ese marco se dicta la Ley de Residencia (1902) y luego la Ley de Defensa Social (1910) destinados a disciplinar a la ingente masa de inmigrantes. En la primera década del siglo XX, miles de ellos fueron deportados a sus países dada su militancia o activismos gremial y político.
Hacia 1912, el Presidente Sáenz Peña dicta la ley de voto secreto y obligatorio, lo que permite al radicalismo conducido por Hipólito Yrigoyen participar y ganar en la elecciones que se realizaron den 1916.
Este movimiento político de la elite gobernante, detrás de las buenas intenciones anunciadas de “erradicar todas las prácticas fraudulentas en materia electoral”, que habían permitido la permanencia de gobiernos oligárquicos desde 1862, excluyendo la mayoría de las decisiones a nivel político y económico a los demás habitantes del país, ocultaba la lógica de cambiar algo para que todo siga igual.
Las convulsiones políticas y sociales, frente a un régimen económico agro exportador y fuertemente autoritario en lo político que se iba resquebrajando día a día, llevaban al peligro de que la insurrección se generalizase y permitiera el triunfo a sectores anti sistemas la toma del poder.
Para 1920 el modelo agro exportador llega a su techo, a pesar de continuas crisis, originadas por los vaivenes en los precios internacionales.
La agricultura estadounidense enfrenta esta etapa, basada en colonos propietarios y un acceso a la tierra, busca en una mayor inversión de capital, la tecnificación y en una producción cada vez más intensiva, aumentado rindes y bajando costos. Esta mayor inversión y tecnificación permitió el desarrollo de industrias de maquinaria agrícola y otras industrias que proveían a la actividad.
En cambio los grandes propietarios de la pampa húmeda y el litoral, convertidos ya en una oligarquía parasitaria, buscan hacer una producción extensiva, sin grandes inversiones de capital, tecnologías o trabajo humano. Al llegar al límite de la frontera agropecuaria la producción se estancó.
Con la primera guerra mundial y más tarde la gran crisis del capitalismo del año 29 el mundo cambio, Inglaterra perdió su supremacía mundial en manos de EEUU, disminuyó la demanda de los productos argentinos y cayeron los precios, todo esto puso punto final el modelo agro exportador.
La elite comercial porteña, nacida durante el Virreynato, hizo su fortuna y consolidó su poderío económico a través del comercio de esclavos y el contrabando y más tarde fue convirtiéndose en una burguesía comercial, asociada a la banca y el comercio inglés, no dejó nunca de ser una burguesía mercantil parasitaria. Luego de su triunfo en la guerra civil, al apropiarse de las tierras fértiles de la pampa, va mutando de costumbres, imitando las europeas, haciendo de la ostentación de riquezas y lujos un modo de vida. Su modo de producción siguió teniendo una lógica feudal, apropiarse de las rentas extraordinarias que daba la tierra y la explotación de la mano de obra criolla. Así se convirtió en una oligarquía parasitaria que frustró cualquier atisbo de industrialización del país.
Aparece con nitidez en esta etapa un fenómeno que se repetirá a los largo de la historia argentina hasta nuestros días, las crisis externas, producidas por el constante endeudamiento con la banca extranjera. Durante el periodo 1860 – 1930, el modelo se sostenía en fuerte exportaciones de productos agropecuarios, a su vez había un nivel muy alto de importaciones de bienes, por un lado suntuarios, para abastecer las costumbres europeas de la oligarquía en el poder y por el otro, bienes de primera necesidad que Argentina no producía.
En muchos momentos las importaciones eran mayores que las exportaciones, sumado a esto el pago de capital e intereses de deudas anteriores, generaban un déficit constante en la balanza de pagos que era solventado por más deuda. Cuando los precios internacionales bajaban la economía argentina entraba en crisis.
Dice Aldo Ferrer («La economía argentina», Ed. Fondo de Cultura Económica —1963—) : “… Finalmente, dado el papel clave que el sector agropecuario jugó en el desarrollo económico del país durante la etapa de economía primaria exportadora, la concentración de la propiedad territorial en pocas manos aglutinó la fuerza representativa del sector rural en un grupo social que ejerció, consecuentemente, una poderosa influencia en la vida nacional. Este grupo se orientó, en respuesta a sus intereses inmediatos y los de los círculos extranjeros (particularmente británicos) a los cuales se hallaban vinculados, hacia una política de libre comercio opuesta a la integración de la estructura económica del país mediante el desarrollo de los sectores industriales básicos, naturalmente opuesta también a cualquier reforma del régimen de tenencia de la tierra. La gravitación de este grupo no llegó a impedir el desarrollo del país en la etapa de la economía primaria exportadora, dada la decisiva influencia de la expansión de la demanda, externa y la posibilidad de seguir incorporando tierras de la zona pampeana a la producción. Sin embargo, después de 1930, cuando las nuevas condiciones del país exigían una transformación radical de su estructura económica, la permanente gravitación del pensamiento económico y la acción política de ese grupo constituyó uno de los obstáculos básicos al desarrollo nacional”.
Esta oligarquía sigue teniendo al día de hoy, mucho poder. No ha desaparecido como algunos quieren hacernos creer. Por supuesto ha ido mutando en su composición y ha ido sumando a otros sectores que se ha ido enriqueciendo en las décadas siguientes y ha ido diversificando sus negocios, pero siempre hacia actividades rentísticas y financieras trasnacionalizadas, por donde canalizan el excedente de la renta agropecuaria acaparado. Algunos han incursionado en actividades industriales, pero solo en negocios muy rentables, de carácter monopólico, destinados al mercado interno y sin vocación de competir o salir a buscar mercados externos.
En 1930, en medio de la crisis mundial, generan un golpe que desaloja del poder a Hipolito Yrigoyen y a su partido la Unión Cívica Radical. Este gobierno, si bien lleno de errores y contradicciones, representaba a los sectores medios en ascenso y a sectores populares urbanos. La oligarquía volvía a tomar las riendas del gobierno de un país al que siempre creyó propio. Se inicia así una nueva etapa, llena de golpes oligárquico -militares, inestabilidad política, fuerte protestas sociales, represión y crisis económicas periódicas y recurrentes. Pero esa es otra historia, aunque siempre con los mismos actores.
Antonio Muñiz
Marzo 2020
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